Es la ermita más antigua e importante del pueblo. Está situada en lo alto de la población ofreciendo una fantástica visión de todo el Valle del Cinca. Según las creencias populares, en este lugar se llevaba a cabo el ritual pagano de la Fertilidad, llamado Salto de la Roca o de la Piedra.
Época Romana
Los restos y las monedas que han sido halladas en sus alrededores hacen suponer que esta ermita fue una antigua fortaleza romana.
Función militar
Su alto valor estratégico hizo que los árabes situasen una torre de señales, después de los Templarios y Sanjuanistas, una especie de “monjes militares” que ubicaron una fortaleza atacante tras la conquista de estas tierras, además de poseer la fortaleza como vigía en zona fronteriza. La dedicaron al Bautista, convirtiéndola en santuario o ermita, que disponía de una iglesia.
En 1827, escribe Madoz que se hizo un fuerte en esta ermita rodeado por un foso para unos 150 hombres. Su carácter guerrero ha permanecido en el tiempo.
Actualidad
Con las últimas restauraciones ha perdido gran parte de su estilo románico original, como lo muestra la puerta oriental, románica cegada el exterior desde los años 1965 hasta el 2003.
El interior de la ermita presenta una techumbre de yeso soportada por los antiguos arcos fajones del siglo XVII aproximadamente.
El ermitaño
Junto al templo se hallaba la casa del ermitaño, actualmente derruida, que custodiaba la ermita y tenía como misión tañer tres veces la campaneta, marcando las principales horas de la vida cotidiana: levantarse, comer y recogerse, además de alertar al pueblo de posibles desgracias, tormentas, pedregadas, e incluso de incendios.
La campaneta de San Juán
La campana, colocada en la torre de San Juan, despierta en la aurora a los vecinos dormidos, los llama al descanso del mediodía y los reúne a sus hogares a la puesta del sol, siempre con contados golpes, que no pasan de cuarenta después de las nueve.
No hace mucho tiempo que esta campana, o como nos gusta llamarla a los Ballobarinos, “La Campaneta” tenía diversas misiones. Los encargados de tocarla eran “Los Sanjuaneros”. La tocaban tres veces al día. Una hora antes de hacerse de día, al mediodía y una hora después de ponerse el Sol.
Lo hacían de la siguiente manera: Tres campanadas y una pausa, tres más y otra pausa, y tres más y otra pausa, con lo que hacían las primeras 9 campanadas, y seguían hasta hacer 38. Se hacía una nueva pausa y tocaban una más, 39 campanadas en total. Como no sabían contar, tenían 39 piedrecillas en un puchero, y en cada campanada, sacaban una piedra para acertar en el conteo.
Cuando en verano se acercaban tormentas, también conocidas como “Tronadas”, en Ballobar se tocaba la campaneta sin hacer pausas. Y más insistentemente para alertar cuando se declaraba algún fuego en algún hogar.
Pero de todas las atribuciones que tenía la campaneta, quizás la más popular era la de llamar a retiro a las muchachas, de tal manera que, que si alguna de ellas se veía deambular por las calles, una vez tocados los últimos sonidos, no era bien vista entre el vecindario y su fama dejaba mucho que desear.
El Sanjuanero
Esta costumbre consistía en que los chicos se reunieran en la esquina de Manuel, donde en la actualidad hay una entidad financiera. En el pasado las chicas salían en grupos por las calles, y al pasar por ese lugar, si a algún chico le gustaba una de ellas, se acercaba y las chicas se separaban y daban vueltas hasta el toque de la campaneta. Había chicas que, si quedaban con un chico para el día siguiente, le decían como tradición al Sanjuanero: ¡Hoy ya tocará la campaneta más tarde señor José!… Cosa que nunca hacía.
“Campaneta tocada
Moza retiraba
Y la que no está
No es muy honrada”
Este matrimonio tuvo dos hijos, una chica y un varón chico. El chico murió al terminar la guerra civil, al explotarle una de las bombas que llevaban para la pesca con dinamita en el río, una práctica totalmente prohibida y castigada duramente por la ley en la actualidad en la que se aturdía a los peces por la onda expansiva al hacer estallar el artefacto en el agua. La chica murió desgraciadamente también al caer por una ladera.
Esta familia vivía de lo que el pueblo les daba. Lo recorrían con el santo en una pequeña urna de madera y una alforja con forma de casulla en la que ponían el pan, tocino, patatas y judías. Tras la siega de las cosechas de trigo y durante la época de separar el grano de la paja, se les entregaba este cereal. El resto del año sobrevivían con lo que les daba el campo y la cosecha.
El Sanjuanero se dedicaba también a acarrear o trasladar agua en carro a las casas ricas. Lo hacía con una burrita y dos argados aparejo que utilizaba para poner cuatro cántaros de hoja de lata que tenía. En su última época lo hacía con un carrito pequeño en el que llevaba una cuba de madera o tonel.
El Sanjuanero dejó de tocar la campaneta en el año 1963 y murió en el año 1966 quedando viuda la señora María, que a partir de ese momento tuvo muchos problemas para seguir viviendo ya que no tenía medios. El Ayuntamiento le ayudó hasta que la llevaron a un asilo.
A la señora María se le apodaba “la Puput” por ser hija de Velilla.
Rito de la fertilidad
El rito de la fertilidad se celebraba en la ermita de San Juan, una herencia evidente del paso de los Templarios por estas tierras. Con el fin de que las mujeres pudieran tener hijos, se realizaba el Salto de la Piedra. Al día siguiente de la boda, los novios, daban gracias y lo celebraban con una danza llamada el Salto de la Roca o de la Piedra. La danza la comenzaban los novios, rodeados de sus amistades, quienes con gran regocijo, se sumaban también saltando sobre la roca misteriosa. Esta fue una danza tradicional muy antigua en torno a la roca y dentro del santuario. En pleno apogeo del Cristianismo fue prohibida dentro del templo, pero las habitantes del lugar siguieron con la tradición en los exteriores. La fiesta se iniciaba con el canto de las coplillas en la víspera en honor a San Juan. La última vez que se subió a San Juan a realizar el Salto de la Piedra fue a mediados del siglo XX. En el año 1965 fue cuando se derruyó el ábside torreón que albergaba en su interior el altar. Junto a éste, existía una estancia contigua, donde se encontraba la piedra o roca. Esta estancia aún se recuerda llena de misterios y ritos de connotación sexual.
Virgen de la Correa
En este santuario se veneró también a la Virgen de la Correa. Según Mercadal, esta fue puesta en el trono por los templarios y era del estilo de las llamadas arzoneras. Esta virgen fue despeñada por el barranco al destinar esta ermita a fortaleza. Pero no debió quedar destrozada, ya que hasta 1936 recibió culto, fecha en que volvió a ser lanzada por el barranco junto con la imagen del Bautista y los retablos de los santos protectores de la epidemia de la peste: San Fabián y San Sebastián; y las santas, Santa Águeda y Santa Apolonia.