La zona del Cinca se incorporó a la romanización de forma muy desigual. Muchos poblados del valle fueron destruidos por su resistencia y otros fueron integrados a un núcleo de población principal. La causa principal de su oposición a la conquista romana obedecía al deseo de no renunciar a la cultura, costumbres y lengua autóctona.
Se conservaron los asentamientos prerromanos, ya que los ilergetes nativos prefirieron morar en los cerros y altozanos del Cinca, y los romanos junto al río, en villas y terrenos de cultivo. A ambas cuencas del Cinca fueron edificadas casas de campo agrícolas, aisladas o fortificadas. Otras, fueron casas sencillas, aprovechando el tipo de vivienda hispana.
La presencia romana creó dos mundos diferenciados: los patricios romanos afincados en centros urbanos, pero con sus propiedades o villas en plena explotación agrícola, y la población humilde – en su mayoría agricultores indígenas- que prestaban sus servicios a los patricios, viviendo en torno a la villa o en sus antiguos poblados.
De la época romana, en Ballobar se realizaron algunas construcciones, como el puente de Ballobar (originalmente romano pero posteriormente reconstruido), y las sendas para marcar caminos y las señalizaciones, que eran columnas de piedra para marcar las eras en muchos casos. De esta romanización se conservan todavía algunas palabras de construcciones: como Valcarreta (vía imperial que iba desde Lérida al Cinca, pasando por los Monegros y Ballobar), cabañal (camino de cabañas), y estarzón (lugar de parada).