En invierno, después de la cena, se realizaban siempre veladas, consistentes en separar la hoja de las aceitunas, rayar las panochas..., y las mujeres hilaban, hacían calceta, hasta que le sereno cantaba a las once su tradicional estribillo.
Si estaba nublado o llovía, incluida la variación meteorológica en su cantata, que la repetía, recorriendo las calles de la villa.
Cada casa rezaba entonces el rosario y concluía la jornada a las doce, degustando unas galletas y un vaso de vino.
Los jóvenes, desde que salían de la escuela, hasta que marchaban al servicio militar, solían dormir en la pajera.
Las mujeres, al amanecer, formaban auténticas caravanas camino del río, para recoger el agua.
Con dos cántaros de barro, uno horizontal a la cabeza y otro bajo el brazo, tomaban el agua del Cinca para beber y del Alcanadre para los animales.
Toda una sugestiva y variopinta estampa cargada de poesía ribereña, típicamente local...
Veladas