Bodas

Si algún mozo se enamoraba de alguna moza, en señal de cariño le colocaba ramos de flores en el balcón, cantándole canciones de felicidad y promesas, pero , si éste dejado en despecho, le colocaba ramajes, latas viejas, acompañadas de cantares ofensivos y de mal gusto.

Si se casaba un viudo se hacían las “enramadas”, con ruidos estridentes y desagradables, cantos y frases picantes. Esto, duraba bastantes noches.

Era costumbre celebrar las bodas el sábado por la mañana, si llevaban luto, antes del amanecer.

El novio, con sus invitados, se dirigía a casa de la novia y de allí al templo, se confesaban, se celebraba el rito sacramental y la misa, en la sacristía se leían los artículos del código civil y se firmaba el acta, al párroco le obsequiaban con una tarta. A las doce tenía lugar una comida.

Por la noche, a las doce, los amigos más íntimos del novio se personaban en el dormitorio de los recién casados, interrumpiendo la primera noche de bodas y obsequiándoles con unos tazones de caldo de gallina, que habían preparado con animales de la casa o sustraídos por cualquier corral. Al día siguiente, domingo, acudían a la misa mayor y como viaje de novios subían a la ermita de San Juan para celebrar el llamado “salto de la novia”, que consistía en lo siguiente: junto al altar del santo había una roca con unas piedras, la novia, ante la expectación de la concurrencia, saltaba dando un círculo.

Este rito es una prueba de la virginidad de la novia. Al comprobar el novio la virginidad de la novia en al primera noche de bodas daban gracias y lo celebraban con una danza llamada el salto de la roca o piedras, que comenzaba la novia a la vista de las amistades, quienes, con gran regocijo, proseguían todos los asistentes, en forma de círculo, saltando también, sobre la roca misteriosa.

Como puede verse, es ni más ni menos que una danza antiquísima en torno a la roca y dentro del santuario, pero que, con el cristianismo, fue elevado a rito religioso y tal vez, debido a ciertos abusos, fue prohibida dentro del templo, pero continuando siempre llena de misterios y de matiz sexual, junto al altar, en una estancia contigua.